SOMOS HIJOS DE
DIOS
Para reflexionar..
El
4 de marzo a las 5.30 de la madrugada, nació Miguel, haciéndome abuelo por
primera vez.
Quisiera
poder explicar lo que este nacimiento significó en mi vida.
Mis
días eran largos y tristes desde que me jubilé.
Pensaba
que ya no era útil para nadie que sólo era un peso para los demás.
Y
ese sentimiento me hacía resentido, huraño, desconfiado, en especial con los
jóvenes.
Pero
ahora alguien venía a sacarme de la soledad, alguien que necesitaba de mi amor
para crecer y abrirse al mundo. Y yo no le podía fallar.
Fue
como una nueva savia injertada en un tronco viejo y cansado. La brecha abierta
por el na-cimiento de mi nieto me hizo más comprensivo.
Empecé
a mirar a los jóvenes con nuevos ojos y a valorar su búsqueda.
También
ellos, como mi nieto, necesitaban de mi aliento, de mi experiencia, sobre todo
de mi amor para seguir caminando. Emprendí un camino nuevo abierto a
posibilidades hasta ahora insospechadas.
Después
de escuchar el testimonio, orientar el diálogo en base a estas preguntas:
• ¿Qué experiencia describe este texto?
• ¿Cómo viven esa experiencia el
abuelo?
Dios
nos sigue encomendando la vida: la
entrega en la fragilidad de un niño.
Entra
al mundo llorando, con su rostro congestionado y sus ojos cerrados, no
acostumbrados a la luz. Los irá abriendo
y descubriendo el mundo a luz de otros ojos: los de su madre. Ante ese cuerpo
desnudo se guarda respetuoso silencio; se presiente el misterio de Dios que
palpita en ese cuerpo como un verdadero sacramento. Solamente Dios es
verdaderamente padre porque conoce el misterio de la persona que él mismo creó.
A
los padres de la tierra se les encomienda ese ser para que lo ayuden a
desplegar su propio misterio, el proyecto que Dios tiene sobre él.
La
gran tarea de los padres es lograr hacer de sus hijos aquellos en quiénes el
Padre ve a su propio Hijo.
Esto
es lo que se realiza por el Sacramento del Bautismo.
• El agua
es uno de los elementos que más
determina y organiza la vida de los hombres. El primer salmo de la Biblia
compara al hombre sabio y feliz a un árbol plantado al borde de una acequia
porque da frutos y todo lo que emprende le sale bien. Sin agua simplemente no
hay vida.
• La fiesta cumbre del pueblo judío es
la Pascua, que recuerda su nacimiento por el paso del Señor que acompaña a su
pueblo desde un estado de muerte hacia una liberación definitiva. Y esto es lo
que se cumplirá en la Pascua de Cristo que es su paso definitivo de la muerte a
la vida. Todos los que se decidan a creer y a pertenecer a él por la fe, han de
transitar por esa misma Pascua:
al
sumergirse en las aguas del bautismo se sumergen en su muerte para ahogar el hombre viejo pecador y
para resucitar en él a una vida nueva en el Espíritu.
• En ese Jesús de Nazaret que entró en
las aguas del Jordán como un hombre cualquiera, el Bautista reconoció al
Cristo, el ungido por el Espíritu que aleteó sobre su cabeza en forma de paloma
mientras oía la voz del Padre que lo reconocía y consagraba “Este es mi Hijo
muy amado, mi predilecto”.
Si
alguno tiene sed que venga a mí; quien crea en mí, que beba.Jn 7, 38-39
Tú
eres mi hijo muy querido en quien tengo puesta toda mi predilección. Mc 1, 11
El
agua que yo le daré se convertirá en manantial que brotará hasta la vida eterna.
Jn 4, 5-14
Fuimos
sepultados en la muerte de Cristo. Rm 6,3-6.11
...
por el bautismo nacemos a una vida nueva y recibimos la capacidad de acercarnos
al modelo que es Cristo. Caminar hacia El es la moral cristiana; es la forma de
vida propia del creyente, que con la ayuda de la gracia sacramental sigue a
Jesucristo, vive la alegría de la salvación y abunda en frutos de caridad para
la vida del mundo... (Sto. Domingo 231)
ü
Este sacramento
recibe el nombre de bautismo en razón del carácter del rito central mediante el
que se celebra: bautizar en griego significa “sumergir” “introducir dentro del
agua, “ la inmersión” en el agua simboliza el
acto de sepultar al catecúmeno en la muerte de Cristo de donde sale por
la resurrección con El como “nueva creatura”. (Catecismo de la Iglesia
Católica1214).
ü
Por el bautismo,
el ser humano alcanza su verdadera identidad y su pleno desarrollo, conforme al
proyecto del Padre de configurar en El la imagen de su hijo Jesucristo. Cada
hombre de carne y hueso se hace una expresion particular de Cristo; en cada uno
se prolonga la encarnacion del hijo de Dios. La vida cristiana consiste en
dejar que el Espiritu configure en cada ser humano la imagen del Hijo único de
Dios y se exprese a traves de El.
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Es necesario
"nacer de nuevo, ... nacer del agua y del Espiritu" para entrar en el
Reino de Dios y en la casa del Padre, le habia dicho Jesus a Nicodemo (Jn 3,
3-5). Y es por el agua del bautismo que se nos comunica el "Espiritu que
nos hace hijos y que nos permite clamar: jAbba!, jPadre! y nos libera de la
esclavitud del miedo a Dios" (Ram 8, 15-17).
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El Bautismo es el
sacramento inicial de la fe por el que el hombre acepta el llamado de Dios y da
una respuesta positiva al Evangelio de Cristo.
Cuando el ministro de la iglesia vierte el agua sobre
la cabeza del candidato al Bautismo, lo hace, como dice la invocación del
ritual, "en el nombre del Padre y del Hijo y del Espiritu Santo". Ser
bautizado en el nombre de alguien, implica serlo en servicio y consagración de
ese "alguien", en este caso, de Dios. Dios toma posesión del
bautizado, lo hace pertenencia suya. Y comienza a habitar en El como en un
templo.
Entre los ritos complementarios del Bautismo, hay uno
que expresa esta consagración del cristiano a Dios: es el que realiza el
ministro de la iglesia al ungir la cabeza del recién bau-tizado con el santo
crisma, una mezcla de aceite y bálsamo que bendice el obispo y que emplea
también en la administración del sacramento de la Confirmación. La palabra
"crisma" quiere decir "unción" y está relacionada
etimológicamente con la palabra "Cristo" que quiere decir
"ungido". La unción con el santo crisma expresa justamente que el
recién bautizado se ha convertido, él también, en un ungido o consagrado de
Dios, en otro Cristo.
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Por el bautismo
se nos comunica la vida misma de Dios que se nos da como regalo. Por eso lleva
el nombre de gracia, que es Dios mismo, en cuanto que se nos comunica a
nosotros por Jesucristo en el Espiritu Santo. La Gracia llega al hombre como
totalidad, lo abarca en todo lo que es o
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hace. Todo su
accionar es tomado, curado y elevado por lo Gracia. Lo fransforma y lo hace
vivir de una manera nueva, le hace vivir la vida según el Espiritu Santo. Surge
asi una nueva manera de comportarse.
Con la gracia de Dios caen todos los modos de pecado
que nos separaban de El, y por el Espiritu Santo el amor de Dios se derrama en
nuestros corazones (Rom8, 9. ll) y nos ha-cemos templos del Espiritu (I Cor 3,
16-17).
Saber que soy
tu hijo Señor, alegra mi corazón…
Debemos
"nacer de nuevo"
Cuando
una familia no tiene hijos, puede adoptarlos, dándoles su mismo apellido y
todos sus derechos. Por medio de la adopción, esas criaturas entran a formar
parte de una nueva familia, que los considera como si fueran de su misma
sangre. Dios también quiere "adoptarnos" como hijos suyos dentro de
la Familia de Jesús, que es la Iglesia.
Pero
¿acaso no son hijos de Dios todos los Seres humanos, creados a su imagen? Sí,
es verdad. Sin embargo, Dios quiso que "naciéramos de nuevo" por obra
del Espíritu, para congregarnos visiblemente en su Pueblo. Y Jesús condicionó
ese renacimiento a un signo visible, que es el Bautismo: El que no nace del
agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios.
El
renacimiento bautismal nos da el derecho de llamar a Dios "Padre" en
el sentido más pleno de la palabra, porque nos hace participar de su Vida de
una manera nueva y más abundante, revistiéndonos de Cristo,el Hijo de Dios por
excelencia. Por el Bautismo adquirimos una conciencia mucho más profunda de lo
que san Juan pone tan de relieve:
¡Miren
cómo nos amó el Padre! Quiso que nos llamáramos hijos de Dios, y nosotros lo
somos realmente!.
Jesús
vino no solamente para reconciliar a los hombres con Dios sino también para
unirlos entre sí en el reino de Dios.
Todos
los que aceptan la Buena Noticia pertenecerán a ese Reino.
Para
mantener viva esta Buena Noticia, también para los hombres de otras naciones y
siglos Dios volvió a formar un pueblo – esta vez no solamente de la raza de
Abraham como en la Antigua Alianza- sino de todas las razas y naciones. “ya no
hay diferencia entre quien es judío y quien griego, entre quien es esclavo y
quien hombre libre; no se hace diferencia entre
hombre y mujer. Pues todos ustedes son uno solo en Cristo Jesús” (Gálatas
3).
Este
nuevo pueblo de Dios es la Iglesia, palabra que significa asamblea, reunión,
convocación.
Todos
los bautizados pertenecen a este Pueblo, previamente a cualquier distinción
interna. En el único Pueblo de Dios todos, sean laicos, religiosos o pastores,
tiene la misma dignidad e igualdad esencial, y todos comparten la misma
vocación a la santidad y a la participación en la misión salvadora de la
Iglesia.