¿Que es un sacramento? Signos sensibles y eficaces de la gracia de Dios, son signos del amor de Dios a cada uno de nosotros
Intentaremos penetrar el contenido de esta definición. Pimeramente se nos presenta estas perguntas:
¿A que llamamos signos? ¿Qué son los signos?
Los seres humanos no estamos hechos para vivir en aislamiento….. aunque muchas veces tenemos al tentación de irnos, de aislarnos y de olvidarnos de todo, al menos por un tiempo. Los seres humanos estamos hechos para vivir en comunión. Somos seres en relación, mientras nos relacionamos y mas profundamente lo hacemos, nos hacemos mas humanos.
Nos comunicamos de muchas formas: la Palabra es un modo privilegiado para comunicarnos, la palabra y los muchos medios que llevan: teléfono, correo, radio, revistas, Internet, diarios……
Pero sabemos que en muchos casos la Palabra no es necesaria sobre todo cuando tenemos que expresar el amor, el miedo, la angustia. Por eso cuando las palabras no hacen falta o se quedan cortas, los humanos nos comunicamos con signos, que muchas veces completan las palabras. Pensemos en una flor, un regalo, una mirada, una mesa compartida, una sonrisa, un dibujo, una foto, un beso, pueden hablar, pueden comunicar más que muchos discursos.
Dios que nos creó sabe que somos personas que necesitan de gestos, de signos, que nos hagan presente su amor, porque aunque creamos en él... no lo vemos. En Jesús, a través de sus gestos y sus palabras, de su muerte y su resurrección, Dios nos mostró su amor. Para que lo anunciara y lo hiciese presente siempre nos dejó su Iglesia; y también nos dejó en la Iglesia los sacramentos que son signos por los que Dios comparte su vida con nosotros.
Con esta breve introducción podemos ir diciendo que son los sacramentos:
- Signos de la fe: porque expresan visible y comunitariamente la experiencia de Dios que visita a su pueblo y del pueblo que lo recibe alegremente.
- Signos de la gracia: porque expresan la experiencia de la amistad con Dios.
- Signos de la Nueva Alianza: porque expresa la experiencia del proyecto que Dios tiene en su pueblo.
- Signos del compromiso cristiano: porque expresan la experiencia de la unión de los creyentes con Jesús y su proyecto: el Reino de Dios.
Al principio afirmábamos que un sacramento es un signo del amor de Dios. También la fe se trata de una relación entre Dios y el hombre, Dios toma la iniciativa para entrar en una relación con cada uno de nosotros. Se adapta a nuestra manera, a nuestro modo de captar las cosas a través de los sentidos, y nos muestra su amor a través de los sentidos, y nos muestra su amor por medio de su mensaje y signos visibles, audibles y palpables. Estas manifestaciones del amor de Dios se llaman sacramentos.
El primer sacramento de Dios para con el Hombre es Jesús (=signo visible) de Dios Padre.
Dios Padre se revelo su Amor de un modo insuperable en Jesús. Siendo Dios invisible se hizo visible, accesible y presente a los hombres por medio de su hijo hecho hombre. (Col 1,15; Jn,14,3). Por medio de Jesús conocemos a Dios, descubrimos su amor y entramos en comunión con Él.
La Iglesia es el sacramento (=signo visible) de Cristo o el sacramento universal
Hoy la Iglesia es signo e instrumento visible de Cristo resucitado, por lo tanto es sacramento de Cristo, la presencia de Cristo en nuestro tiempo.
Signos de la vida nueva en Cristo
Jesús quiso estar presente de una manera muy especial en los momentos más importantes de la vida del hombre: nacimiento – con el bautismo; crecimiento – con la comunión, y la confirmación; cuando se une para formar una familia – en el sacramento del matrimonio; en su enfermedad o en su vejez – con la unción; cuando mete la pata y peca – con la reconciliación; y para que hiciera presente a Jesús por medio de todos estos sacramentos – también dejó el sacramento del Orden Sagrado (a los sacerdotes).
Clasificación:
Bautismo, Confirmación, Eucaristía (sacramentos de iniciación cristiana)
Reconciliación, Unción de los enfermos (sacramentos de curación)
Orden Sagrado, Matrimonio (Sacramentos para misiones específicas)
Los Sacramentos realizan los que significan.
Cuándo dos amigos se abrazan sinceramente produce efecto, la amistad se profundiza y se fortifica. El apretón de manos, la sonrisa, no solo expresan la amistad sino que la realiza.
De igual manera los sacramentos no solamente significan lo que Dios nos ofrece, sino que realizan verdaderamente lo que indican. Veamos un ejemplo: la Eucaristía promete la comunión con Dios y con los hermanos, sino que la crea realmente. Nos regala su gracia.
¿Qué es la gracia?
En sentido general, se entiende por gracia todo beneficio que Dios otorga. Y así, en sentido amplio, la creación entera es una gracia divina.
Sin embargo, También la palabra 'gracia' se refiere a la gracia sobrenatural; es decir, a los auxilios sobrenaturales que hacen posible al hombre la consecución del fin sobrenatural al que Dios lo ha destinado.
Se dice:
1. don: pues es un beneficio que Dios otorga;
2.Sobrenatural: pues lo que comunica es la misma vida de Dios, la cual es sobrenatural; es decir, sobre toda naturaleza creada.
En sentido estricto es un don que trasciende todas las fuerzas, posibilidades un don que Dios concede para que logremos la íntima comunidad con El mismo.
3. gratuito: siendo superior a la naturaleza procede de la bondad de Dios;
4. para alcanzar el fin sobrenatural: habiendo sido el hombre destinado a este fin, es provisto por Dios de un medio proporcionado la gracia para alcanzarlo.
Ciertamente, el Señor podía habernos comunicado la gracia directamente, sin necesidad de recurrir a ningún elemento sensible. A veces lo hace así, y envía su gracia invisible como una ayuda real, sin mediar elemento externo alguno.
Sin embargo Dios, creador de la naturaleza humana, ha querido acomodarse a ella al darnos su gracia. Jesús, p. ej., realizaba de ordinario los milagros sirviéndose de algunos elementos materiales, o de algunos gestos y palabras:
“tocó con su mano al leproso y le dijo: quiero, queda limpio..”. (Mt. 8, 3);
”untó con barro los ojos del ciego de nacimiento; éste se lavó despues y recuperó la vista” (Jn. 9, 6-7);
”diciendo esto, sopló y les dijo: recibid el Espíritu Santo... “(Jn. 20, 22).
Del mismo modo, quiso Jesús en los sacramentos unir su gracia a signos externos en los que se encarna, se materializa, la acción invisible del Espíritu Santo.
No eligió, sin embargo, una realidad material cualquiera, sino aquella que ya en el plano natural sirve para un fin similar al que Dios quiere producir sobrenaturalmente: el agua, para lavar; el aceite, para fortificar el cuerpo; el pan, para alimentar, etc.
El elemento material se llama materia del sacramento, y las palabras que lo completan y dan su eficacia a la materia se denomina forma. Cuando la forma es pronunciada por el ministro con la intención de hacer lo que hace la Iglesia, Dios confiere su gracia a través del sacramento, que es el instrumento del que se sirve para santificarnos.
Tenemos ahí el signo externo de la gracia (materia y forma) y la gracia conferida.
El signo sensible lo componen conjuntamente la materia y la forma, y es a lo que la Iglesia da el nombre de sacramento.
La Sagrada Escritura hace resaltar esos dos elementos esenciales
Tarea: Buscar en los siguientes textos los dos elementos esenciales.
Ef. 5, 26:
Mt. 26, 26 ss..
Mt 28, 19:
Hechos 6, 6:
Hechos 8, 15:
Habíamos dicho que esa realidad sensible tiene una característica: es un signo de otra realidad, significa algo sagrado.
Pero, ¿qué clase de signos son los sacramentos? Un ejemplo puede servirnos: el abanderado avanza, con la bandera en alto, y los demás la saludan con gesto enérgico, pero la bandera, es obvio para todos, no es la patria. De igual modo, cuando el artista dibuja un anagrama de Cristo, comprendemos muy bien que ahí no está Dios.
El sacramento es también un símbolo, un signo, puesto que representa sensiblemente una realidad misteriosa; pero es un símbolo de otro orden. Instituido por Cristo, tiene la tremenda fuerza de contener realmente lo que significa: así, siguiendo con el mismo ejemplo, el bautismo no sólo simboliza la purificación y la limpieza interiores, sino que efectivamente la produce. Como si la bandera contuviera a la patria, o en el anagrama de Cristo estuviera el mismo Señor presente.
Los sacramentos de la Nueva Ley, pues, no sólo significan la gracia, sino sobre todo la producen de hecho en las almas. No son signos convencionales o ineficaces, sino que verdaderamente obran siempre aquello que significan de un modo infalible, en aquel que los recibe con las debidas disposiciones.
Los sacramentos exigen la Fe:
En los encuentros con Jesús la gente que acudía para pedirle ayuda, aparecen tres elementos: de parte de Jesús: Una palabra y un gesto. De parte de los otros. La fe.
(Buscar: Lc 7,50; 18,42; Mc 5,33; Mt 15,28)
¿Que es la fe?
Fe en general es admitir por cierto lo que otro nos dice. Por ejemplo, cuando creo un hecho que me lo cuenta una persona que merece crédito. Así, lo que caracteriza a la fe es admitir una cosa porque otro la dice; o lo que es lo mismo, admitirla por el testimonio del otro.
"Cuando Dios revela, se le debe la "obediencia de la fe" (Rom. 16, 26; cfr. Rom. 1, 5; Cor. lo, 5-6), por la que el hombre se entrega todo él con libertad a Dios, prestando el pleno homenaje de la inteligencia y de la voluntad a Dios revelador y dando voluntariamente su asentimiento a la revelación que El le hace" (Conc. Vaticano II, Const. dogm. Dei Verbum, núm. 5).
La fe se diferencia:
a) De la opinión que no admite las cosas como ciertas, sino como simplemente probables. La fe no es mera opinión porque no da sólo probabilidad, sino certeza moral, de lo que se cree.
b) de la ciencia, que admite las cosas como ciertas, pero no porque otro las dice, sino Porque uno ve o comprende que son así.
Por ejemplo, no admitimos que es de día o que dos y dos sean cuatro porque otro lo diga, si no porque vemos y comprendemos que es así.
En la fe se admite la verdad con toda certeza, no por la evidencia de la verdad en sí, sino por la confianza de aquél que nos enseña la verdad.
La fe se divide en divina y humana, según que admitamos: lo que Dios o el hombre nos enseñan.
Hay muchas verdades de fe humana, porque son muchas las cosas que no podemos saber sino por el testimonio de otros; por ejemplo, quiénes son nuestros padres, dónde nacimos, y en general todo acontecimiento que no hemos presenciado personalmente.
Recuérdese que el saber basado en el testimonio de otro es el más frecuente en la vida diaria; hasta en las mismas ciencias llamadas experimentales se aceptan verdades por un acto de confianza en el testimonio o autoridad de otros investigadores.
La fe es una virtud sobrenatural
Elementos de la definición:
a) La fe es una virtud sobrenatural, pues trasciende todo orden natural o humano, ya que Dios --como hemos visto- nos habla a través de la Revelación que es sobrenatural. La fe, respuesta a esa Revelación, debe ser también sobrenatural.
b) Con ayuda de la gracia, pues esta virtud supera las capacidades puramente naturales del hombre.
c) Creemos ser verdadero lo revelado; aceptamos esas verdades que constituyen lo que se llama objeto de la fe, es decir, el conjunto de todas las enseñanzas divinas.
d) No creemos por la intrínseca verdad de las cosas, pues esa verdad no la captamos con nuestra mente en toda su profundidad, toda vez que rebasan las capacidades del intelecto creado.
e) Creemos por la autoridad de Dios, que merece la más plena confianza, por encima de cualquier otro testigo cualificado o la suma de todos ellos: Dios siendo infinitamente sabio, no puede engañarse; y siendo infinitamente santo, no puede engañarnos. La autoridad de Dios es el motivo de la fe.
Materia y forma de los sacramentos: Jesús instituyendo los sacramentos quiso unir su gracia a signos externos en los que se encarna, se materializa, la acción invisible del Espíritu Santo. No eligió, sin embargo, una realidad material cualquiera, sino aquella que ya en el plano natural sirve para un fin similar al que Dios quiere producir sobrenaturalmente: el agua, para lavar; el aceite, para fortificar el cuerpo; el pan, para alimentar, etc. El elemento material se llama materia del sacramento, y las palabras que lo completan y dan su eficacia a la materia se denomina forma. Cuando la forma es pronunciada por el ministro con la intención de hacer lo que hace la Iglesia, Dios confiere su gracia a través del sacramento, que es el instrumento del que se sirve para santificarnos. Tenemos ahí el signo externo de la gracia (materia y forma) y la gracia conferida. El signo sensible lo componen conjuntamente la materia y la forma, y es a lo que la Iglesia da el nombre de sacramento.
Buscar en los siguientes textos los dos elementos esenciales.
Efecios. 5, 26:
Mateo. 26, 26 ss.
Mateo 28, 19:
Hechos 6, 6:
Hechos 8, 15:
Santiago. 5, 14:
Mateo 8,3:
Decimos que el Bautismo es un sacramento de iniciación cristiana porque forma parte del grupo de los tres sacramentos
que ponen los fundamentos de la vida cristiana, junto con la Confirmación y la Eucaristía. Y es el primero de los
sacramentos, porque es la puerta a la vida de hijos de Dios Padre, unidos a Jesús en el Espíritu Santo.
Bautizar quiere decir “sumergir”, “introducir en el agua”, lo que da su significado más profundo, que es el de
sumergirnos con Cristo en su muerte para renacer como nueva criatura en su resurrección a la vida de hijos de Dios.
¿Qué efectos posee el sacramento del Bautismo?
· Por el Bautismo, todos los pecados son perdonados, el pecado original y todos los pecados personales.
· El Bautismo hace de la persona que lo recibe una nueva criatura, un hijo adoptivo de Dios, miembro del cuerpo de
Cristo y templo del Espíritu Santo.
· El Bautismo incorpora al hombre a la Iglesia, la gran familia de Jesús. La Iglesia es el Pueblo de Dios, un
pueblo de sacerdotes, profetas y reyes, a imagen de Jesús sacerdote, profeta y rey.
· Junto con el resto de los bautizados, se convierte en signo de unidad en el mundo.
· El Bautismo imprime carácter, es decir, deja una marca imborrable de su pertenencia a Cristo.
Nada, ni siquiera un pecado grave, hará desaparecer el carácter de hijo de Dios que posee un bautizado.
ELEMENTOS DEL SACRAMENTO DEL BAUTISMO
l Los elementos necesarios para el sacramento del Bautismo son:
- La materia: es el agua. Para el bautismo debe usarse agua natural, que ha de estar bendecida por el sacerdote.
- La forma: son las palabras que el sacerdote pronuncia mientras derrama el agua sobre la cabeza del que se bautiza. Son las mismas que Jesucristo mandó a los Apóstoles: «N., yo te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo».
- El ministro: es la persona que bautiza. Ordinariamente es el obispo, sacerdote o diácono. En caso de peligro de muerte, si no está el ministro ordinario, puede bautizar cualquier fiel, e incluso cualquier no católico, con tal que tenga intención de hacer lo que hace la Iglesia.
Para reflexionar:
Cómo hijos ¿Por qué creen que se bautizan a los hijos?
¿Cómo podemos "nacer de nuevo?"
¿Dónde se hace presente la vida nueva de Jesús que recibimos en el bautismo?
¿Qué significa la luz que recibimos en el Bautismo?
¿Qué papel juega la luz en la vida de las personas?
¿Cómo podemos "nacer de nuevo?
¿A qué nos comprometemos en el bautismo y por qué?
Trabajo personal: ¿fuiste bautizado? ¿Sabes la fecha? ¿en que Iglesia te bautizaron? ¿Quiénes son tus padrinos? ¿Los seguís viendo?
EUCARISTIA
Para reflexionar:
ü ¿Porque piensas que muchos católicos no participan regularmente de la Misa?. Analiza los motivos.
ü ¿Qué piensas de la frase: “yo voy a misa cuando siento necesidad de Dios. Estar allí sin gusto no tiene sentido”. ?
ü ¿Crees que Jesús esta realmente presente en el sacramento de la Eucaristía?
ü ¿A qué nos compromete la participación en la Eucaristía?
ü ¿Qué consecuencias trae para nuestra vida el que la Eucaristía sea fuente, centro y culmen a través de la cual recibimos la vida de Dios?
ü Luego la Cena Pascual, ¿Qué situaciones se viven en ese ambiente? ¿Qué les aporta la experiencia? (ver Mc 14, 12-25; Lc 22, 1-38).
PARA PENSAR…..
El hombre para vivir necesita de los alimentos y de la bebida, comida asimilada, se transforma y se convierte en vida. Podemos decir que el pan se transforma en pensamiento, acción, amor, trabajo... se transforma en vida.
Cuando nace el amor, busca el encuentro, la convivencia, la unión, porque la presencia del otro nos alimenta con sus palabras, sus acciones. El corazón humano ha sido creado para vivir en comunicación y en la comunión con otras personas. Por eso podemos hablar del pan y del vino del amor.
La Biblia nos dice que el hombre tiene hambre y sed de Dios. No le basta saber cosas de Dios, necesita la comunión. Es que el hombre quiere ser un poco como Dios. Busca la unión íntima, a transformarse en su “imagen y semejanza”. Jesús mostró esta realidad al hablar de comer su Carne y beber su Sangre” y más tarde, quedarse en el pan y en el vino para que nos alimentemos de El y así nuestra vida se transforme a semejanza suya.
La Eucaristía no es un lujo para algunas oportunidades sino una necesidad que se satisface cada día. “Es el pan nuestro de cada día”. Llegamos a ella cuando sentimos hambre de Dios y la necesidad de ser fortalecidos en nuestras debilidades y perdonados de nuestras fallas.
Nos reunimos alrededor de la mesa del comedor para celebrar fiestas de aniversarios, reencuentros, alegrías. Así, también, se va a la eucaristía en la alegría de la fiesta del triunfo de Cristo que nos ayuda a superar la tristeza, el pesimismo del desaliento y la muerte.
Niños, jóvenes, adultos, ancianos, ignorantes y cultos; luces, flores, cantos, música, integran la celebración de la eucaristía. La misa es una fiesta popular, un lugar de encuentro de mucha gente que normalmente vive separada y dispersa y se reúne a celebrar. El hombre que trabaja, lucha, sufre, llora; es el hombre que necesita también la fiesta para expresar su alegría de vivir, su libertad y así sentirse y ser más humano. La cena del Señor es el anticipo de la gran fiesta a la que el Padre nos invita: la fiesta de la creación entera cuando, vencidos el pecado y la muerte, vivamos la libertad y la alegría perfectas.
Por la fe y el bautismo el hombre se hace una nueva creatura, animado por la vida del Espíritu que prolonga en él la vida de Cristo. La eucaristía, centro de la liturgia, es la “cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza”. Es la expresión de toda la iglesia reunida en comunidad, presidida por el Señor para compartir un mismo pan. Comulgando el cuerpo sacramental de Cristo se construye el cuerpo místico de Cristo.
La comunicación con Dios invisible, para el cristiano, es inseparable de la comunicación con el hombre visible de carne y hueso, con quien Cristo se siente identificado. “Les aseguro que todo lo que hicieran con uno de estos hermanos míos más pequeños, conmigo lo hicieron” (Mt 25,40). La Eucaristía no puede reducirse a un exclusivo acto ritual del templo.
Cristo entrega su vida por el amor a todo hombre, el que participa del misterio de la Eucaristía uniéndose al Señor, tiene que salir de la misa para entregarse a su hermano y ofrecerle el amor que Cristo le tiene. Quien se sienta a la mesa de la cena del Señor para alimentarse del Pan de Dios, se levanta de ella dispuesto a repartir su propio pan: su vida, su trabajo, su cariño, su cultura, su salud, su vestido, su alimento, su fe para compartirlos con todos aquellos con los que Cristo ha querido identificarse.
La Reconciliación.
Desde un comienzo la Iglesia tuvo conciencia de que Cristo le transmitió el poder de perdonar los pecados. (Jn 20,21-23). Por el sacramento de la Reconciliación, la Iglesia abre el acceso a la comunidad y a la participación en la Eucaristía a los bautizados que se han apartado de ella. El pecador llega nuevamente a la comunión con Dios a través de la comunión con el hermano. Dios nos reconcilia a través del hermano representado en el ministro del sacramento del perdón.
No siempre este sacramento se administró en la forma que ahora se conoce. Durante seiscientos años se administró en forma grupal a pecadores que reconocían sus pecados graves ante el obispo que les imponía una expiación sumamente rigurosa, a veces, durante años. Eso motivó que se le diera a este sacramento el nombre de penitencia, destacando cuan penosa y dolorosa se hacía su práctica. Entre los siglos VII y X tuvo lugar el cambio hasta establecerse la confesión privada de los pecados, como conocemos ahora.
La penitencia o reconciliación es un sacramento por medio del cual el cristiano que ha pecado gravemente después del Bautismo y por la acción del signo propio de este sacramento se une nuevamente al misterio de la muerte y resurrección de Cristo y vuelve a participar de la Eucaristía.
El sacramento está compuesto por una parte, por los actos humanos de arrepentimiento, confesión de los pecados y satisfacción que realiza el penitente y por otra por la acción de la Iglesia que le otorga el perdón por medio de la absolución del sacerdote y fija las normas de satisfacción. De este modo, este sacramento es, al mismo tiempo, un acto personal y una celebración litúrgica.
Orden Sagrado
El sacerdocio es una de las formas concretas de vivir la vocación de cristiano que comienza el día de nuestro bautismo. Lo único que explica la vocación sacerdotal es el amor: el amor a Dios hecho hombre en Jesucristo y el amor a los semejantes. Según san Pablo “es un hombre tomado de entre los hombres y puesto a favor de los hombres para todo aquello que se refiere al servicio de Dios” (Hebreos 5, 1).
En su vida terrestre, para prolongar a través del tiempo su sacerdocio, Jesús eligió a doce apóstoles dándoles sus poderes y enviándolos a continuar su obra “hasta los últimos confines de la tierra”. Eligió doce para que lo representaran en totalidad del nuevo pueblo de Dios extendido por todo el universo. Esta elección no se basa en cualidades humanas de inteligencia o en méritos de virtud sino en una iniciativa de amor de Jesús. (Marcos 3, 13-15). Los hombres que elige Jesús son gente común y sencilla del pueblo de su tiempo. Un grupo heterogéneo. A ellos se les hace difícil comprender que la elección que Cristo ha hecho de ellos no es para hacer carrera y subir en la escala de los honores y el poder, sino del humilde servicio del hombre, para conducirlos a la plenitud de un reino que no es de este mundo aunque sí tiene que ver con este mundo. Los llama para que estén con él de una manera especial descubriéndoles el sentido de las parábolas “a ustedes se les ha concedido entender los secretos del reino de Dios” (Mateo 13, 11) y con poderes especiales para anunciar el evangelio, organizar la comunidad y presidir el culto. Después de la resurrección y con la venida del Espíritu Santo es cuando los apóstoles comprenden el sentido de su elección y son transformados en apóstoles continuadores de la misión de Jesús. (Juan 20, 22-23)
El ministerio sacerdotal arranca de una elección de amor para una misión: «Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros» (Jn 15,9). «Como el Padre me envió, también yo os envió» ( Jn 20,21).
Esto explica la trascendencia única de la misión sacerdotal. Los sacerdotes no suceden a Cristo. Lo prolongan. No hay más que un único y eterno sacerdote: Cristo. Pero El vive en los sacerdotes y actúa por su ministerio. Obrarán siempre en la persona de Cristo: sea que anuncien la palabra, celebren la Eucaristía o conduzcan la comunidad de los creyentes. La misión es hacer posible que Cristo siga manifestándose en la historia como «el único mediador entre Dios y los hombres» (II Tim 2,5) «el único que salva» (Act 4,12).
Esto explica también el carácter definitivo de la consagración. Algo ha sido cambiado de modo absoluto en su interior, han quedado marcados para siempre con «el sello» de Cristo. Siguen siendo frágiles y necesitan ofrecer cotidianamente sacrificios «por los pecados propios igual que por los del pueblo» (Heb 5,3). Pero el Espíritu Santo los con-figura de un modo esencialmente nuevo a Jesucristo y los consagra de un modo irrevocable a Dios. «Los presbíteros, por la unción del Espíritu Santo, quedan marcados con un carácter especial que los configura con Cristo sacerdote, de tal forma que puedan obrar en la persona de Cristo Cabeza» (PO 2).
No es una simple destinación externa para el cumplimiento transitorio de una función. Es la comunicación interna de poderes irrevocables que capacitan para reproducir «la imagen de Cristo, sumo y eterno sacerdote» y participar en su oficio de «único mediador» (LG 28).
Los polos que definen la vida y el ministerio de los sacerdotes son Cristo y la comunidad. Dicho de otra manera, son Dios y el mundo. El sacerdote es el hombre enviado por Dios para redimir a sus hermanos. Es una frase demasiado repetida. Pero el sacerdote no tiene sentido sin Cristo y sin los hombres. Es servidor de Cristo para los hombres, O servidor de los hombres para la gloria del Padre, Por eso el sacerdote es presencia de Dios, Pero también es síntesis de lo humano. No puede entenderse un sacerdote que no sea, como Cristo, «imagen del Dios invisible» (Col 1,15), ni puede entenderse un sacerdote que no sea «semejante en todo a sus hermanos» (Heb 2,17).
Plenamente hombre: con su riqueza y sus riesgos, con su potencia y sus limites, con su capacidad dolorosa de comprender y de errar. Dispuesto a entender nuestras debilidades, porque el mismo las padece, a saborear el sufrimiento y la muerte, a asumir las angustias y esperanzas de los hombres. Pero también plenamente Cristo: con su serenidad y su fuerza, con su inmolación y su ofrenda, con su donación y su servicio.
Podríamos describir al sacerdote como: el hombre particularmente elegido por el Señor y consagrado por el Espíritu para servir al Pueblo sacerdotal de Dios, en orden a la formación de una auténtica comunidad de salvación.
Le toca armar y presidir la comunidad. Vivificarla siempre mediante el don del Espíritu, a través de la Palabra, los sacramentos y el servicio a todos.
El servicio sacerdotal se concreta en la formación de una comunidad de salvación. La palabra, la Eucaristía, la autoridad sagrada, tienden esencialmente a esto: a crear una «comunidad de fe, de esperanza, de caridad» . El sacerdote es el hombre que hace la comunión: de los hombres con Dios y de los hombres entre sí.
Unción de los enfermos
Sanar al enfermo significa ayudarlo a recuperar la unidad interior y su capacidad de relación con los demás. La salud plena se expresa en la paz, la alegría y la capacidad de saber gozar con las cosas de esta tierra como un anuncio de lo que se espera como lo definitivo
Las diversas curaciones que realizó durante su vida terrenal fueron señales, símbolos de la salvación total y definitiva de la humanidad. La muerte está inevitablemente presente en el horizonte de nuestra vida, pero no tiene ya poder definitivo. Como la muerte de Jesús también la nuestra es tránsito es pasaje. La unción de los enfermos está dentro de esta visión pascual, dentro de esta visión de salvación.
Todos los sacramentos son gestos de Cristo. Por medio de ellos Jesús prosigue, a través de todos los tiempos, lo que comenzó a realizar con la gente de su tiempo en su tierra de Galilea. Por el sacramento de la unción de los enfermos, Cristo, a través de la comunidad de la Iglesia, prolonga en la tierra su acción de sanar a los enfermos. La primitiva comunidad cristiana tomó conciencia del encargo que hizo Jesús a sus discípulos para con las personas que sufren y los supo acompañar en su enfermedad con especial solicitud, haciéndoles sentir su presencia, que reconforta y sana. (Santiago 5, 14-15).
En el transcurso de los siglos, el sacramento de la Unción de los Enfermos experimentó diferentes transformaciones. En los primeros siglos se insistió sobre la salud corporal como efecto principal del sacramento. Se lo llamaba “Óleo de los enfermos” u “Óleo bendecido”. Más tarde se puso en primer plano el perdón de los pecados. En los últimos siglos se unió en todo Reconciliación, Viático (comunión administrada al enfermo en “peligro próximo de muerte”) y Extremaunción. Hasta el siglo IX la santa Unción se entendió como un sacramento de los enfermos, pero más adelante se reservó para los moribundos que estaban in extremis y por eso pasó a ser el sacramento de la Extremaunción. Siglos más tarde, el Concilio Vaticano II le devuelve a la Unción su carácter primitivo de sacramento de los enfermos y, sin imponer el cambio de nombre manifestó su preferencia por el de “Unción de los enfermos”. En el texto de Santiago 5, 14-15 se encuentran los elementos esenciales del sacramento de la Unción de los enfermos: