Trabajos Prácticos 1º Trimestre

El Pecado... entró en el mundo... (Gn 3,1-24)

EL DESTINO SOBRENATURAL DEL HOMBRE

Una relación dignificadora de "imagen" y "semejanza" vinculaba al hombre con su Creador, en razón de su espíritu inteligente y libre.

Con todo, entre Dios y el hombre se había establecido una semejanza inmensamente superior: Dios había elevado a Adán y Eva al orden sobrenatural, es decir, a su propio orden y esfera divina. Por ese hecho de gracia, el hombre participaba de la vida misma de Dios, era su hijo y amigo, y estaba destinado, después de su existencia terrena, a gozar de la gloria eterna del Creador.

Todo ello traía como consecuencia que, en el proyecto de Dios, el hombre viviera en estado de felicidad, sintiera una armonía profunda en su ser y estuviera exento del dolor y de la muerte.

El destino sobrenatural del hombre a ser hijo de Dios y partícipe de su felicidad, aparece materializado en el Génesis a través de la imagen del jardín de Edén o paraíso terrenal, una especie de oasis, colmado de árboles y frutos deliciosos, regado por cuatro ríos, en cuyo centro se encontraba el árbol de la vida.

EL HOMBRE PUESTO A PRUEBA

Ahora bien: el don insigne que Dios había dado al hombre haciéndolo hijo y amigo suyo, es­taba sujeto a una condición: que el hombre se com­portara realmente como hijo y le correspondiera con amor y felicidad.

Allí sobrevino la falla: el hombre, en vez de cola­borar con el proyecto generoso de Dios, se rebeló contra El.

Tratemos de desentrañar, también aquí, el men­saje profundo de la narración bíblica:

a) Dios da al hombre un don sobrenatural por el que lo convierte en hijo y amigo suyo y partícipe de su propia vida. Ese don viene escoltado por un privilegio de felicidad e in­mortalidad.

b) El Diablo, representado por la serpiente, gestor primordial del misterio del mal que actúa en la historia, tienta al hombre para que se rebele contra Dios.

c) El hombre es infiel a su Creador. Esa infidelidad se halla simbolizada en la comida del fruto prohibido.

d) El pecado trae como consecuencia que se in­terrumpa la comunión de gracia que vincula al hombre con Dios. Adán encuentra castigo en su propio pecado: pierde su condición de hijo de Dios, su destino a la inmortalidad y el es­tado de felicidad simbolizado por el Edén del cual es alejado.

LAS CONSECUENCIAS DEL PECADO

Los capítulos siguientes del Génesis describen, a partir del pecado de Adán, los efectos destructores provocados por el orgullo y ambición egoísta del hombre, alejado de Dios. Como antes, la descrip­ción se refiere no sólo a lo que ocurrió al principio de la historia sino además a lo que viene ocurriendo desde entonces en el mundo.

La Biblia nos enseña que la comu­nión con Dios está en la raíz de todas las otras comuniones: del hombre consigo mismo, del hombre con el hombre, del hombre con la sociedad, de las sociedades entre sí.

El pecado siembra el conflicto y el desconcierto en este cuadro de armonía: al provocar la ruptura con Dios, origina todas las otras rupturas que afectan negativamente a la humanidad.

El hombre en sí mismo: El pecado empobrece al hombre porque destruye en él la imagen, en gracia, de Dios: lo priva de su armo­nía interior ("Se dieron cuenta de que estaban desnudos": Gen. 3, 7); lo conflictúa profundamente y lo deja librado al dolor y a la desintegración de la muerte ("Con el sudor de tu frente comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra de la cual fuiste sacado. Porque eres polvo y al polvo vol­verás": Gén. 3, 19).

El hombre y la mujer: El pecado quiebra el cua­dro luminoso de relaciones que debían mediar entre hombre y mujer en el proyecto de Dios y provoca trastornos profundos ("Apetecerás a tu marido y él te dominará": Gén. 3, 16).

El hombre y la sociedad: Si la comunión con Dios suscita y promueve la fraternidad entre los hom­bres, la ruptura con El provoca la división a todo nivel:

· entre padres e hijos: historia de Noé y sus hijos (Gén. 9, 1‑27).

· entre hermanos: historia de Caín y Abel (Gén. 4, 1‑16; 37, 2, 36).

· entre hombre y hombre: historia de Lamec (Gén. 4, 17‑24).

· entre pueblo y pueblo: historia de Babel (Gén. 11, 1-9).

( El hombre y el orden cósmico: La ruptura del hombre con Dios obtiene como respuesta la reacción de la naturaleza contra el hombre. Al quebrantar las leyes que debía disfrutar pacíficamente ("Maldita sea la tierra por tu culpa. Con fatiga sacarás de ella tu alimento por todos los días de tu vida. Te dará cardos y espinas": Gén. 3, 17‑18).

EL PRIMER ANUNCIO DE SALVACION

El hombre, tentado por el enemigo de Dios, ha sucumbido y experimenta las consecuencias de su falta.

Con todo, en el acto mismo de hacerle presente tales efectos, Dios le deja oír una promesa esperan­zadora por la que le demuestra que no ha cerrado su corazón de Padre y que se reserva proyectos aún más generosos en favor de él.

PARA IR PENSANDO

Dios no nos salva individualmente

Dios nos salva como pueblo, como familia

Tenemos que buscar a Dios todos juntos.